Una visión pacífica del cáncer

Según las estadísticas, una de cada ocho mujeres puede tener cáncer de mama a lo largo de su vida. En los próximos años, el cáncer puede afectar hasta la mitad de la población. Después de las enfermedades del sistema cardiovascular, es la segunda causa de mortalidad en los países industrializados. Cuando me diagnosticaron cáncer de mama en el verano de 2012, tuve confianza en el protocolo convencional que consistía en quimioterapia, cirugía, radioterapia y terapia hormonal. A pesar de la violencia del tratamiento, nadie podía prometerme que iba a curarme. Cada persona es diferente, me dijeron, y nadie sabe cómo un organismo va a reaccionar. Acepté y sobreviví a los tratamientos - pero me negaba a hacer la guerra a mi cuerpo. Cuando hablamos de cáncer, nuestro vocabulario refleja la violencia de los tratamientos: damos ardua lucha al cáncer y a los tumores malignos, como si nuestro cuerpo fuera capaz de crear células hostiles que se convierten en nuestros enemigos. El tratamiento oficial del cáncer está basado en la idea de que algunas células malas atacan nuestro organismo con el objetivo de matarle. ¡La cumbre del horror! El enemigo ya no viene de fuera, pero nos amenaza en nuestra intimidad. No son los otros, los extranjeros, los Alienígenas que amenazan nuestra existencia. Los monstruos nos invaden desde el interior de nuestro cuerpo. 

Todos estamos expuestos a este peligro. La idea más amenazante es que no le sentimos venir. La medicina moderna nos ofrece soluciones: gracias a la alta tecnología se pueden observar procesos que se desarrollan en el interior de nuestro organismo. Máquinas sofisticadas y poderosas detectan un problema antes de que nosotros nos demos cuenta de su existencia. Nos dejamos radiografiar periódicamente para que, cuando acaban por encontrar algo sospechoso nos traten lo antes posible. Este procedimiento le llamamos prevención. Pero en realidad se trata de una detección precoz, y no de una manera de evitar que una enfermedad se desarrolle. Sabemos todos que los cigarrillos, las drogas y el alcohol matan, que tenemos que hacer más deporte y comer más verdura. Pero ¿cómo explicar que una enfermedad que hace solo cien años afectó a una de cada ochenta personas se convirtió en epidemia? ¿Se debe al hecho de que vivamos mas tiempo? ¿Cómo se explica el aumento del cáncer en los niños y adolescentes? 

Las respuestas de los expertos a uno de los problemas mayores de salud pública son: quemar, amputar y envenenar. A pesar de que estos métodos afectan también a las partes sanas del organismo y perjudican gravemente el funcionamiento del sistema inmunológico, esperan poder impedir o al menos frenar la invasión. De una manera extraña este procedimiento nos recuerda que la inspiración para el tratamiento del cáncer no nació en unos laboratorios sino en las trincheras de la Primera Guerra Mundial para afinarse en la Segunda Guerra Mundial.

Yo sufría. No del cáncer, sino de la violencia de las terapias que soportaba para obtener el mejor resultado posible: la remisión. Nadie podía prometerme que este tipo de terapia funcionará. Recortan el tumor y matan a lo que llaman las células malignas, pero sin ninguna garantía. Esperan que funcione y confían en las estadísticas. Los números son el fundamento de la medicina basada en la evidencia. Nos dan esperanza porque creemos en su objetividad. Pero yo no me fío de los números. Confío en la vida. Para mí, las cosas no están dispuestas de manera lineal en tablas exactas. Yo creo que nuestro universo es mucho más complejo para poder explicarlo con números. Las estadísticas reflejan sólo una ínfima parte de la realidad - y dependen de la orientación de la persona o de la institución que les interpreta. 

Como soy profesora de idiomas y de comunicación y porque conozco la importancia de las palabras que utilizamos, empecé a cambiar mi vocabulario. Para mi, estas células cancerosas no eran malignas, pero simplemente enfermas. Cuando algo va mal tenemos que cuidarlo - y no luchar contra. Un cuerpo enfermo necesita en primer lugar apoyo y amor. Tenemos que sostener sus fuerzas naturales y su poder auto-curativo y ayudarle a consolidar el sistema inmunológico. Para esto, no necesitamos armas. Necesitamos paz. Es así que me separé de la imagen del monstruo en mi cuerpo.

Entre otros, elegí la medicina tradicional china para acompañar mi protocolo. Es un enfoque del ser humano y de la salud que se distingue fundamentalmente de los tratamientos convencionales de las naciones industrializadas. La salud depende de la energía en un organismo. Un cuerpo en equilibrio con energías fluidas es un cuerpo sano. Todas las terapias naturales e integrales se basan en este saber. Las cosas no existen separadas las unas de las otras. En el gran conjunto que es el universo, exterior e interior, hay interdependencia entre todo lo que existe. El cáncer me indicó que algo estaba bloqueado no solamente en mi cuerpo, sino también en mi vida, en mi manera de ser. Cuando separamos las cosas y nos focalizamos sólo en un detalle, vemos solamente una pequeña parte del problema. Traté de ver las cosas globalmente, es decir no separarlas sino unirlas. Este enfoque me parecía importante porque no quería vivir el resto de mi vida con una espada de Damocles encima de mi cabeza. Así es que tenía que cuidar no sólo un detalle de mi cuerpo sino mi ser entero.

Ocuparme de quien soy sigue siendo la base de mi curación. Ya no era un objeto que no puede hacer otra cosa que soportar los tratamientos concebidos para millones de personas. Empecé a comprender la importancia de mi responsabilidad en el proceso de curación. Actuar de manera responsable no significa sentirse culpable. Una enfermedad no es un castigo por algunos fallos cometidos en el pasado – es la expresión de que algo va mal en la vida. Carl Gustav Jung dijo que no curamos nuestras enfermedades, pero que nuestras enfermedades nos curan a nosotros porque nos muestran lo que hemos olvidado hasta entonces. Nos indican donde hemos de mirar. Así que empecé a abrir los ojos y mirar este tumor que era mi tumor y este cáncer que era mi cáncer. 

No es fácil mirar las cosas que tememos. Tratamos de escapar. Como un niño, creemos que el monstruo desaparece cuando cerramos los ojos. Pero así no funcionan las cosas. El problema que no aceptamos va a crecer y hacerse más grande hasta que abramos los ojos. No encontramos las soluciones en la oscuridad. Es cierto que lo desconocido nos da miedo, pero para superar un problema, primero tenemos que entrar en este espacio. No podemos salir de algo si no hemos entrado antes. Al entrar en el “espacio de mi cáncer”, mi enfermedad se convirtió en un mensaje. Mi cuerpo dice las cosas a su manera. Expresa lo que se había impreso en él, lo que yo no podía comunicar con palabras o actos. El cáncer me ayudó a comprender que las cosas que se habían acumulado dentro de mi querían salir.

Mi enfermedad me preguntó si estaba realmente contenta con mi vida y en paz conmigo misma. Aparentemente, las cosas iban bien. Vivo en el sur de Francia, me gusta mi trabajo, tengo un marido que amo, amigos, … Desde fuera soy una persona fuerte e independiente que ha dejado su país natal para construir una vida que le corresponde con todos los riesgos que esta decisión implica. Pero era sólo una cara de la moneda. En realidad no era tan fuerte y segura de mi misma. Mi cáncer me dijo que había perdido el contacto con lo que en mi no es fuerte, es decir con mi lado suave, receptivo, plácido. Había desarrollado mi masculinidad - y totalmente descuidado mi feminidad. Mi seno, símbolo de la feminidad, me indicó dónde buscar la solución. 

Estoy experimentando la importancia de la relación que tenemos con nosotros mismos. ¿Me acepto totalmente? ¿Me quiero a mi misma? ¿Me siento en mi sitio?¿Cómo me comporto con los demás? La imagen de las células cancerosas que invaden el cuerpo, no reflejan que me había dejado invadir por personas o cosas que no me convienen? ¿Que no había respetado suficientemente mis propias necesidades y mis propios deseos? La enfermedad me indicó que había olvidado unos aspectos importantes de mi vida. El mensaje fue poderoso - y me mostró cómo hacer para resolver el malentendido. Desde un punto de vista energético, todo es información, comunicación. Nuestro cuerpo también. Podemos intercambiar con él, escucharle y enviarle mensajes. Como las neurociencias lo demuestran, nuestro cerebro toma una idea por la realidad. Este descubrimiento es una de las revoluciones de nuestro tiempo porque significa que podemos influir directamente en el funcionamiento de nuestro organismo. 

Innumerables experiencias científicas ponen de manifiesto el poder de nuestra mente. Somos capaces de dar una orientación a objetos voladores como drones con el simple poder de nuestro pensar. Si podemos influir en eventos exteriores, ¡cuánto más debe ser posible condicionar lo que ocurre dentro de nosotros! Obtenemos muy buenos resultados con métodos como la hipnosis, la visualización o la meditación. Es una evidencia que la mente y el cuerpo forman una unidad y que no podemos curar uno sin otro. Conocemos el poder del efecto placebo y de su contrario, el efecto nocebo. Sabemos que nuestro comportamiento determina mas de 85% de nuestro ADN. Pero la medicina convencional sigue excluyendo el aspecto energético del cuerpo, a pesar de los enormes avances de las neurociencias y de la física cuántica. ¿Por qué la alimentación, la base de la salud, está casi excluida de nuestra educación y de la formación de nuestros futuros médicos. ¿Por qué las terapias naturales, no invasivas y poco costosas están ridiculizadas o censuradas? ¿Cómo es posible que a pesar de las inversiones gigantescas en la investigación farmacéutica no se han encontrado remedios seguros y durables para liberarnos del cáncer?

Empecé a interesarme por el cáncer como fenómeno socio-político. ¿Las cosas están realmente hechas para que todos vayamos mejor o mas bien para aumentar los beneficios de algunas compañías internacionales? La realidad es que vivimos en un mundo dirigido por el dinero - y no por los valores humanos. El valor más alto del capitalismo es el crecimiento económico. Cuando observamos el mundo actual, es una evidencia que vendemos nuestros cuerpos, nuestras vidas y las vidas de los que queremos a un puñado de empresas globales. No es fácil tragar esta píldora y admitir que el sistema que hemos creado juntos nos está destruyendo. Pero cuando abrimos los ojos vemos que los intereses económicos de algunos individuos voraces e inconscientes crean toda clase de conflictos y catástrofes en el mundo. El mercado de la salud no es una excepción. 

Hoy en día, el medio ambiente está en gran parte destruido y el desequilibrio entre los pobres y los ricos está creciendo cada día. Nuestro planeta está perdiendo su equilibrio. Es exactamente lo que reflejan nuestros cuerpos enfermos. Hemos perdido la orientación. Nos apartamos de nuestro entorno y vivimos aislados detrás de nuestras pantallas, encerrados en todo tipo de sistema de seguridad. Comunicamos con los demás a través de las redes virtuales y olvidamos de hablar con los que comparten nuestra vida en realidad. Estamos separados los unos de los otros, desconfiados y asustados. Nos estamos construyendo unas vidas artificiales, cada uno retirado en su burbuja. 

Los tumores son exactamente esto: burbujas que han perdido la capacidad de comunicar con su entorno. Desarrollan sus propias reglas e invaden el organismo de una manera errática, sin ningún destino. Es el reflejo preciso de nuestro comportamiento social. ¿Cuál es el sentido que damos a nuestra existencia? ¿Consumir un máximo de cosas? Así lo hacen nuestras células cancerosas. Pero su misión no es matar. Nosotros tampoco actuamos con el objetivo de destruir nuestro medio ambiente y entrar en guerra con los demás. Solamente no tenemos consciencia de lo que provocamos con nuestra actitud o con nuestro silencio. Estas células que se han perdido en el universo de nuestro organismo se comportan exactamente como nosotros en nuestra época: algunos inconscientes que no saben adonde ir. 

Entonces sabemos qué hacer: encontrar un nuevo sentido, una nueva orientación que sirva a todos y a todo el organismo y terminar la destrucción del planeta que nos da vida. Si aceptamos este mensaje comprendemos que el cáncer nos invita a vivir de manera mas armoniosa y mas respetuosa. El cáncer nos muestra cómo vivir mejor. Sabemos hoy que las células cancerosas no obedecen a la apoptosis, es decir el programa de destrucción natural en las células sanas. Significa que estas células no quieren morir. En cierto modo son inmortales. ¿ Y si el cáncer no fuese el grito de la muerte sino la expresión de un deseo de vida, de mas vida? El peligro existe realmente y podemos morir de esta enfermedad – pero podemos estar seguros de que el cuerpo que comunica a su manera nos muestra nuevos caminos y nos ayuda a encontrar una nueva orientación. 

El cuerpo humano es el resultado de millones de años de evolución. Está hecho para vivir el mayor tiempo posible en las mejores condiciones posibles. Lo único que tenemos que hacer es sostenerlo para encontrar un nuevo equilibrio. Así, la energía vuelve a circular de nuevo de manera fluida y armoniosa. Para mi, la enfermedad es una invitación a confiar mas en el poder de la vida. No escuchemos estas voces manipuladoras que quieren insinuarnos miedo y desconfianza. Desde siempre los que tratan de dividir lo hacen con una sola intención: explotarnos mejor y aumentar su propio poder. Cuando tenemos confianza, las cosas empiezan a relajarse: nuestros cuerpos, nuestra mente, nuestras relaciones. La niebla se aclara y reconocemos lo que en el fondo ya sabemos: que vivimos cuando estamos en paz. Tenemos que unirnos, cooperar y compartir lo que tenemos con los demás. Tenemos que ayudar a todos a crecer. Este movimiento viene de cada uno de nosotros y empieza ahora mismo, en este momento. Pobres y ricos, sanos y enfermos – ya no hay más oposición porque todos dependemos los unos de los otros. Así es que no solamente curamos nuestros cuerpos sino también el mundo en el que vivimos.

Mi cáncer me ayudó a comprender lo que realmente quiero en mi vida: participar en la creación de un mundo mas equilibrado. Así es que invito a los médicos, especialistas, terapeutas, científicos, farmacéuticos y pacientes a actuar juntos, como un verdadero equipo, para que nos beneficiemos todos de lo que la vida nos ofrece. Mis libros, escritos en francés y en alemán, son mi contribución de colibrí, el emblema del movimiento ecológico y humanista creado por Pierre Rabhi. La maladie guérit - de la pensée créatrice à la comunication avec soi, Quintessence 2014, (La enfermedad cura - del pensar creativo al dialogo interior) es un guía que ayuda a aceptar la enfermedad para llegar a curarla. Traverser le miroir - de la peur du cancer à la confiance en la vie, L'Harmattan 2016 (Atravesar el espejo - del miedo al cáncer a la confianza en la vida) analiza el cáncer como problema social y abre nuevas perspectivas de curación. Das Licht dahin fließt, wo es dunkel ist. Zuversicht in eine neue Zeit, Europa Verlag 2017 (La luz va hacia la oscuridad. Visiones para una nueva época) se basa en la idea de que el universo exterior es un reflejo de nuestro universo interior, de nuestra manera de ser. Para mejorar las cosas, debemos empezar por hacer la paz con nosotros mismos.